sábado, 4 de febrero de 2012

Insultando la inteligencia colectiva



                Es tremendamente curioso cómo, con el tiempo, como por arte de magia surgen palabras y expresiones que en poco tiempo conviven con nosotros como si tal cosa. Palabras como tweet, whatsapear, manager… etc. ya son parte de nuestro lenguaje y será muy difícil cambiarlas o evitarlas en nuestro día a día. Del mismo modo, palabras que nos acompañaron desde pequeños, que nos ayudaron a aprender, a memorizar, a hacernos adultos desaparecen. Quizá por falta de significado o bien por desuso, cada año son menos las palabras que utilizamos para expresarnos o escribir. Un fenómeno muy parecido ha ocurrido recientemente cuando en todos los medios, tanto escritos como multimedia, en las calles, en boca de cualquiera, se anunciaba una ola de frio siberiano. Hasta hace una semana yo siempre lo había llamado invierno.
                Y es que es increíble cómo año a año los periodistas se empeñan en repetir siempre las mismas noticias banales con los mismo argumentos y los mismos reportajes. No pondré en duda que este fenómeno meteorológico está causando grandes estragos en media Europa continental… ¿pero en la península? Pues atendiendo a los medios digitales (son los que más consulto) se acercaba poco menos que el apocalipsis frio: tres o cuatro días de frio traído del averno (todo ello salpicado de fotos de archivo de Europa  del este) ¡Proteged a las mujeres y a los niños! Les falto decir. Así que con todas estas informaciones en mente ayer salí a la calle y… ¡oh, horror! El termómetro marcaba cinco grados. Y cuando volví a casa a eso de las cuatro de la madrugada el termómetro rondaba los dos grados ¡Locura extrema! Anduviera por donde anduviese me encontraba a mi paso gentes de toda naturaleza e índole enterradas en abrigos, bufandas y gorros. Andaban medio agachados con los ojos entreabiertos, compungidos… ¿Para tanto es?
                Con todo me planteo dos cosas, o yo soy muy tonto muy tonto o la gente se está volviendo imbécil. Aún tengo recuerdos de ir andando al colegio con cuatro y cinco grados cuando era pequeño e imitar a mi madre fumando con el vaho que salía de mi boca.  Sin fríos siberianos y sin alertas máximas en la televisión. Porque, quizá sea yo que tengo memoria selectiva, pero comienzo a estar harto de que continuamente aparezca en el telediario alerta naranja en todo el litoral cántabro, alerta por riesgo de lluvias, temporal de fuerza seis en el norte… Ni sé si la fuerza seis es mucho o poco (¿en escala 10 o 100? ¿Orden creciente o decreciente?) ni tampoco conozco si el color verde es mejor o peor que el naranja o si el rosa palo esta en esa escala cualitativa. Lo que sí sé es que en invierno hace frío y en verano calor… o debería. También soy consciente de que si nieva copiosamente no debo utilizar el coche a la ligera y mucho menos circular por puertos de montaña sin ir preparado. Me da la inteligencia lo suficiente para entender que si se avecinan lluvias el agua circulará por los antiguos torrentes que en época estival están secos o que en los días de marejada y viento no debo acercarme a un paseo marítimo que no respeta las normas de la naturaleza. Sin embargo, todos los años aparece gente que pide responsabilidades al gobierno porque se han quedado atascados en un puerto de montaña nevado, o porque sus pueblos se han inundado. Eso sí, estos últimos no exigen a sus gobiernos que construyan una buena red de alcantarillado y desagüe, que canalicen torrentes o que abran vías de drenaje en las urbes… ¿Para qué? Es mejor votar a quienes construyen aeropuertos sin aviones o los que poniéndole un E roja al desvarío inmobiliario palian la crisis.


               
              Pero lo que más me irrita, lo que me cabrea más profundamente es que nos quedemos embobados con titulares de prensa como En Pamplona no superarán los 0 grados, Madrid ha amanecido a 3 grados sobre cero, 12 carreteras secundarias cerradas en Euskadi… ¿Y qué? El mismo día que el ministro de educación quitan una asignatura que hacía años era necesaria con argumentos que directamente son mentira, el mismo día que el ministro de medio ambiente decide que la ley de costas es mala, que no va a respetar los acuerdos para disminuir la emisión de CO y que retoma el plan hidrológico de Aznar, el mismo que en pos de un nuevo saber mundial el ministro de justicia resuelve todos los males de esta institución con una medida ridícula… esos mismos días lo que antes solo significaba invierno hoy es cabecera en todas la noticias. Los mismos reporteros que dentro de unos meses entrevistarán a abuelos quejándose del verano más caluroso que recuerdan, hoy se congelan de frío mientras relatan que nieva. Notición.
                Resignado a ser el único que le cabrean estas cosas sigo con mi vida habitual. Paseo por las calles pisando nieve que el gobierno ha esparcido por toda la ciudad y saludo a los operarios de las quitanieves que, ociosos, mantienen guardia en el escuadrón que vela por que los accesos a la ciudad sigan permeables. A su lado una patrulla de la policía, el gobierno a reforzado sus sistemas de emergencia para hacer frente al frio siberiano. Un día más de trabajo, hay que seguir la rutina diaria. Justo antes de entrar, como cada día saludo a José que me devuelve el saludo mientras reordena los cartones que le hacen de parapeto. Ayer noche tampoco había sitio en los abarrotados albergues municipales y por lo que parece en la pensión de enfrente ya no le fían. Saben que este mes tampoco cobrará el subsidio y que la ONG que antes se hacía cargo, ya no tiene subvención ni fondos. Un día más.