martes, 27 de agosto de 2013

El secuestro de la democracia






                No hace falta ser ninguna lumbrera para darse cuenta de que la sociedad del bienestar que nos vendieron cuando crecimos o en la que creíamos haber vivido era una absoluta falacia. Es algo contrastable con lo que ocurre hoy día e, incluso, si echamos la vista atrás, al percibir los desencadenantes de lo que hoy ocurre, mucha gente coincide en que se nos ha engañado vilmente. Hasta aquí nada del otro mundo, sin embargo, hay cosas que no se cuestionan en absoluto alejando un debate que, en mi opinión es crucial para comprender lo que ocurre y trazar cambios que resuelvan la situación. Este debate no es otro que el del concepto de democracia o, mejor expresado, el secuestro de las élites del concepto de democracia. 

                La palabra democracia por sí misma no tiene gran significado más allá del famoso Demos–krátos o gobierno del pueblo. Básicamente porque sin una definición concreta de gobierno y de pueblo, el sistema puede variar considerablemente. Un ejemplo claro es la Atenas clásica donde el pueblo lo formaban únicamente hombres libres nacidos en la polis y, por tanto, excluía a más del 50% de la población total de la ciudad, algo que contrapone claramente el concepto moderno de democracia. Otro ejemplo interesante sobre las cuestiones democráticas es el referéndum constitucional español. Es interesante porque el proceso constituyente no fue popular ni abierto, es decir, no fue democrático en su construcción (lo redactaron siete personas) ni en su aprobación (se aprobaba, o no, en su totalidad. Sin enmiendas). Esto también contradice claramente el concepto moderno de democracia ya que, en principio, todas las reformas son debatidas por los representantes populares antes de ser aprobadas y además están sujetas a enmiendas. Por si no quedaba claro lo repito: en principio.

                Así con todo, lo único que parece claro es que, como concepto, todos los sistemas democráticos suponen la redistribución popular del poder (poder económico-material) en mayor o menor medida. Esto significa, no sólo poder de decisión de sí/no sobre cuestiones preconfiguradas, sino, poder de transformación de realidades en un plano de igualdad material entre las diversas clases. ¿Qué significa un plano de igualdad material? Es aquel donde ninguna persona, pese a tener mayores capacidades materiales (económicas, influencias, sociales… etc.), puede beneficiarse de ellas para obtener ventaja sobre quien tiene menores capacidades. 

                De este concepto de igualdad material provienen los sistemas ideados durante las revoluciones liberales en Europa y América: separación de poderes, sistemas bicamerales/tricamerales, sufragio universal, referéndums… etc. El problema es que (no por casualidad) se quedaron ahí. No hubo más avances en la práctica, salvo las que fueron consecuencia de las revoluciones obreras, que la pura reforma mecánica de los sistemas de democracia. De este modo a día de hoy los medios de comunicación consideran países democráticos solo a aquellos que tienen sistemas de mecánica democrática, sin entrar en más consideraciones.

La democracia como cuestión mecánica

                De manera permanente, en cine, prensa, televisión… se nos equipara posibilidad de meter un papel en una urna con democracia. Como si dos bielas bastasen para establecer la noción de motor o como si un motor fuese suficiente para verificar el concepto coche.



                Si lo analizamos bien, por un lado, para hablar de democracia mecánica real, todas las variables deberían tener una igual consideración. Por tanto en la decisión entre A y B lo lógico es la posibilidad de elegir A, B, proponer C o no elegir nada y que ambas cuatro opciones computen de igual modo, cosa que hoy no ocurre. En un referéndum básico (como el de entrar en la UE, OTAN, Constitución…) se nos plantea como democrático solo el 50% de las posibilidades lógicas. El 25% (las de un opción C) se les llama opciones “antisistema”, no sólo se eliminan sino que se criminalizan y, el otro 25% (las de no elegir) en un alarde de prepotencia se ignoran. ¿Esto es democrático?

                 Si analizamos la importancia que tiene que los votantes estén bien informados, la democracia mecánica tampoco sale muy bien parada. Actualmente no se otorga igualdad de oportunidades de difusión a todas las opciones. En primer lugar porque el dinero que destina el gobierno a unas opciones y otras es desigual (cada país tiene diferentes criterios) y en segundo lugar porque aquellos con más dinero tendrán mayores capacidades de difusión y explicación de su opción. ¿Es esto lo que se entiende por redistribución del poder?

 

La democracia como cuestión económico-material

          Una vez vi una viñeta en la que se planteaba la siguiente cuestión:
    - ¿Qué prefieres que te mate o morirte de hambre?
    - Y… ¿no hay otra cosa?
    - Uhmm… bueno… si lo prefieres puedes ser mi esclavo.
    - Ufff, sí , sí. Prefiero ser esclavo. Menos mal que he podido elegir en libertad
 
           Esta viñeta se parece mucho a la pregunta que un periodista le planteo a un político que cuestionaba el sistema actual: Si tú no tuvieses trabajo que preferirías, ¿estar en paro o un minijob? En esta pregunta se basa un enorme problema democrático. ¿Cómo van a elegir libremente quienes tienen urgentes necesidades vitales por satisfacer? O dicho de otro modo, cualquier persona de clase social baja que esté en la miseria más absoluta agradecerá cualquier opción que se le plantee por muy denigrante, inmoral o contraria a sus intereses que sea.



            Por supuesto, coadyuvante de esas necesidades objetivas son las condiciones subjetivas que generan quienes tienen en su poder los flujos de información. Dicho de otro modo, hay dos formas de ser consciente de que un país está en crisis: Analizando tu situación personal y la de tu comunidad comparándola con la de hace una década o si te lo dicen los medios de información. Si todos los medios de información están en manos de la clase social dominante (accionariado, fondos de inversión, grandes capitales…) ¿Cómo sabe la clase social más baja si es engañada o no? La respuesta es bastante sencilla sino obvia: porque el Estado lo regula. Pero… ¿La democracia no servía para gobernar el estado?

                Llegados a este punto la pregunta que subyace en todo es… ¿Existe democracia hoy? o dicho de otro modo. ¿Es posible la democracia en un sistema capitalista? Personalmente no lo creo. Entiendo que es posible cierto grado democrático, pero en ningún caso se puede hablar de democracia.

 

El secuestro del concepto democracia

                Del mismo que la pregunta formulada arriba es bastante obvia, los movimientos obreros surgidos tras la revolución francesa se fueron progresivamente haciendo estas preguntas pero, lógicamente, abordándolas en mucha mayor profundidad. Plantearon que en toda sociedad que tuviese clases sociales o materiales antagónicas, la democracia sería imposible. A nivel general plantearon como solución que la eliminación de las clases sociales y económicas era la única vía para lograr una democracia auténtica.

                De este modo, casi todas las corrientes ideológicas surgidas (socialismo, feminismo, comunismo, anarquía…) han tratado de solucionar estas preguntas aportando sus visiones al respecto. De hecho, siendo justos, muchos pensadores e historiadores sostienen que las clases dominantes no tuvieron más remedio que aceptar la democracia tras las innumerables revueltas obreras durante todo el siglo XIX y XX.

                Esta tesis corrobora, en mi opinión, que en las escuelas no se hable de las democracias populares que se produjeron en los países comunistas. No es que estos países fuesen la panacea de la democracia, pero sí que aportaban otra visión de la misma; algo fundamental para poder generar cualquier debate al respecto ya que estos países centraban su democracia en las cuestiones materiales-económicas obviando las cuestiones mecánicas.

                Así con todo, en pleno siglo XXI la categoría de democracia se otorga solo a quien tiene una democracia mecánica, y se combate a quien trata de ampliar el concepto hacia parámetros económicos. De esto tenemos cuantiosos ejemplos en la historia como toda la guerra fría, la república española, el gobierno de Salvador Allende en Chile o la llamada revolución Bolivariana en Venezuela… entre otros. Todos estos intentos de ampliación democrática fueron frenados con golpes de estado apoyados por países “democráticos” haciendo patente que sus democracias esconden una funcional dictadura de clase.



                Los países que hoy dominan el mundo no permitirán un verdadero sistema democrático porque viven actualmente en una dictadura a la que todo el mundo se refiere como democrática sin serlo.  Allí donde solo se eligen cuestiones absolutas preconfiguradas por grupos de poder, donde los medios de difusión y opinión son propiedad de las clases altas, donde las necesidades acuciantes determinan la opción de voto… ¿se puede hablar de democracia? ¿Acaso depositar un papel en una caja es garantía única de democracia?

       A fin de cuentas solemos llamar dictadura sólo a aquellos sistemas hiperliderados o hiperpresidencialistas donde se incumplen además las mecánicas de voto/democracia. Si entendiéramos de una vez que no hace falta dar la cara para dominar un país, si entendiéramos que democracia no es igual a voto y que la represión económica y social es igual que la represión militar o policial, quizá comenzaríamos a comprender lo que es la democracia y lo que son las dictaduras que han secuestrado el concepto de democracia para sí.


sábado, 24 de agosto de 2013

De presos y el show mediático de clase





                Parece que en estos tiempos que corren es necesario inculcar la propaganda del sistema de las formas más diversas. La última ocurrencia el aparato mediático ha sido hacer reportajes sobre los presos y las cárceles. Utilizar la trastienda del sistema, allí donde la represión y la violencia de estado se hacen más patentes, para mostrar una versión edulcorada y parcial de este mundo de la piruleta que es el capitalismo en ojos de los medios.

                Prácticamente el carácter de lo que se puede ver en estos reportajes se condensa en una de las entrevistas. Un señor de unos cincuenta años, bigote cano, frente despejada y gomina en los pelos restantes peinados todos hacia atrás,  cuenta a la cámara que es inspector de la policía. Que acude a la cárcel con la chica que limpia en su casa, rumana como seña de identidad cuya madre esta presa. Al volver la joven, de veintinueve años según el hombre, le pregunta al hombre por qué graba la cámara. No está cómoda, no quiere que sepamos su historia. Sin embargo el inspector, esa buena persona que lleva a la muchacha a ver a su madre zanja toda la discusión con una cara de desprecio y un: “que no pasa naaaaaada. Sube al coche.” La chica obedece, no deja de ser su jefe, su medio de vida (que le pagará una miseria y sin cotizar) y se monta en un flagrante mercedes plateado.

                En esto se basa el programa. Realidad maquillada. Funcionarios de prisiones extremadamente empáticos, buenrrollistas y con paciencia infinita. Presos que no son victimas sino gente de “mal vivir” y que, aunque la cosa versa sobre ellos, no tienen ni voz ni voto.  Sin embargo, para que no sospechemos manipulación nos advierten al inicio del programa: España es el país con menor índice de delitos promedio y el que más presos tiene. Algo muy lógico.

                Quienes hayan visto el programa dirán que no hay manipulación. Que algunos presos salen hablando de palizas y malas prácticas por parte de los funcionarios. Quizá quienes hablan de imparcialidad no se hayan percatado de los innumerables cortes de esas declaraciones, el poco tiempo que se le dedica a esos personajes en comparación de los que hablan de lo happy flower que es la cárcel y el tufo permanente a corrupción que tienen todos los trapicheos que allí ocurren. Porque no nos llevemos a engaño. Las palizas, torturas y vejaciones en las cárceles son algo habitual. Porque el trapicheo de la cárcel se hace con el beneplácito y soborno de los guardas. Y porque la cárcel mostrada es de las más modernas del estado.

                Más allá de las cuestiones propias de aquella cárcel en concreto, lo peor es la falta de rigor e imparcialidad del reportaje. ¿Por qué se intentan suicidar los presos? ¿Por qué organismos internacionales señalan a España como un país donde la tortura es algo habitual? ¿Por qué la mayor parte de los presos son de clase baja?...

                …porque hay presos condenados a diez años por robos menores y quienes saquean un país quedan impunes o son indultados. Esa es la respuesta a todo.



                Estos reportajes solo sirven para producir asco, distancia y animadversión hacia “esa gente”. Se hace apología de su incultura, sus dentaduras poco cuidadas y se contraponen con los funcionarios de bien. No se habla de violencia de estado o represión, ni siquiera de castigo, se habla de “pagar” la culpa, de “reinsertarse”, de “posibilidades”.

                Un programa imparcial hablaría de los porqués de estos presos. De por qué un chaval decide robar la caja de un supermercado tras no encontrar trabajo y no tener para comer. De por qué acaban vendiendo droga. De donde están los grandes beneficiados del negocio de las drogas. Un programa imparcial hablaría de que solo aquellos a los que el sistema condena a la miseria pagan las consecuencias de un negocio que enriquece a muchos. Hablaría de los paralelismos enormes entre estos “pequeños delincuentes” con el obrero común y de los grandes capos con los empresarios legales. Porque un programa imparcial acabaría hablando, de forma más o menos explícita, de que las cárceles solo están pensadas para una clase social concreta.



                Es que, estos programas que parecen acercarse a las clases humildes, esta propaganda que está destinada a las clases trabajadoras solo sirve para inculcar valores de clase. De la otra clase, no la nuestra, de la clase dominante. Está hecha para que nos pongamos “del lado de la ley”. Para que condenemos a quien se busca la vida para comer. Para que desplacemos la culpa contra las víctimas del sistema y aceptemos la violencia institucional como el orden normal de las cosas.

                Al menos puedo decir que conmigo no lo han conseguido. Que yo sigo sintiendmeo más cerca el desdentado traficante de poca monta al que le quedan seis años por salir que del funcionario de prisiones. Que sigo sabiendo, creyendo y sintiendo que esas personas ridiculizadas en pantalla son hermanos de clase, de clase trabajadora y que quienes están infligiendo la violencia institucional no son de los míos. Más bien los tengo enfrente. Ojalá en algún tiempo en la trinchera de enfrente. Ideológica quizá, pero trinchera al fin y al cabo.



                Después de ver el programa no solo me siento más de clase trabajadora aún, consiguen que sienta más animadversión a este sistema que usa la violencia como forma de mantener el orden establecido.


martes, 6 de agosto de 2013

Yo lo que quiero es "vivir bien"






                Todos hemos escuchado esta frase más de una vez. Más bien todos la hemos escuchado millones de veces a lo largo de nuestra vida, y casi siempre con ese énfasis intencionado sobre locución “vivir bien”. ¿De verdad ese “vivir bien” supone una buena vida?