lunes, 31 de marzo de 2014

Hablemos de violencia





              Estamos acostumbrados a entender la violencia de una forma muy simple. De un modo en el que paz y violencia son estados absolutos y contrapuestos. Así, la palabra "Paz" es empleada tanto por ingenuos como por aquellos que confunden la ausencia de violencia con la paz y no comprenden que el trabajo para construirla no está sino a punto de comenzar cuando acaba la “violencia”.  También es empleada por aquellos menos ingenuos que saben todo eso y no quieren que el trabajo se inicie. De ese modo, la palabra "Paz" logra convertirse en un eficaz obstáculo para lograrla.

          Trataremos analizar y explicar la violencia y los conflictos desde una perspectiva más profunda y cercana a la realidad. Haremos este recorrido de la mano de uno de los más importantes teóricos, el sociólogo Johan Galtung (Oslo, 1930) y su teoría de conflictos.


Conflictos y violencia

           Los conflictos son situaciones de disputa en los que hay contraposición de intereses, necesidades y valores. No debemos confundir conflicto con violencia puesto que hay conflictos que pueden resolverse sin el uso de la violencia, aunque no es posible que haya violencia sin conflicto. La violencia es un fenómeno social, que se aprende y por tanto también se debería poder desaprender. Por tanto, no se debe pretender eliminar los conflictos, puesto que estos son positivos en tanto que son oportunidades de transformación; se debe luchar a favor del no uso de la violencia para resolverlos.
           Así, la violencia, puede ser entendida como el uso o amenaza de uso de la fuerza o de potencia, abierta u oculta, con la finalidad de obtener de uno o varios individuos algo que no consienten libremente o de hacerles algún tipo de mal (físico, psíquico o moral)

          Los conflictos, por tanto, son naturales a las relaciones humanas y positivos en tanto que implican un cambios. Bien gestionados, pueden ser una excelente herramienta pedagógica. Ahora bien, esto implica un trabajo, tanto de enseñar como de aprender a gestionar los conflictos. El problema con el conflicto empieza cuando las necesidades de dos o más personas/grupos son antagónicas, puesto que esto genera una crisis, difícil de resolver. Por eso, hay que poder abordar el conflicto antes de que llegue a la crisis (violencia).

     Sin embargo vivimos sumidos en la cultura de la violencia. Es decir, desde pequeños somos bombardeados con estímulos y vivencias en las cuales los conflictos son reprimidos, silenciados o resueltos mediante algún tipo de violencia. De este modo, la autoridad absoluta parental, de la policía, del jefe en el trabajo y de las diferentes formas de poder, nos sumergen en el aprendizaje de la violencia (en cualquiera de sus formas) como la solución normal ante estas situaciones. Esto nos impide, salvo que desaprendamos, usar las estrategias adecuadas para solventar los conflictos tanto si somos las víctimas, como si somos los causantes de esa violencia.



 

La violencia directa o violencia visible

           No toda la violencia que existe es percibida del mismo modo ni con la misma facilidad. La violencia, según Galtung, es como un iceberg, de modo que la parte visible es mucho más pequeña que la que no se ve. En realidad, aunque estamos rodeados de violencia por todas partes solo señalamos como violento aquello que tiene que ver con las conductas y que, por tanto, es visible. Es la que realiza una persona y quien la sufre es un ser vivo (o institución) dañado o herido física o mentalmente. También nos referimos a un abuso de autoridad cuando alguien cree tener poder sobre otro, acto que sucede generalmente en las relaciones asimétricas.

            La violencia directa tiene como principal característica diferenciadora que es una violencia visible en lo que se refiere a muchos de sus efectos; básicamente los efectos materiales. Sin embargo, también es cierto que algunos efectos aparecen más o menos invisibles (odios, traumas psicológicos, sufrimientos, concepciones culturales como la de “enemigo”) y, aunque son igual de graves, no se suelen considerar tan importancia como los efectos materiales.

            Aunque sería muy común pensar que la violencia directa es la peor de todas las violencias, puesto que es la más conocida, no es cierto ya que esta es visible, por tanto más fácil de identificar y de actuar contra ella. También, este tipo de violencia es la manifestación de algo, y no el origen. Es precisamente en los orígenes donde se deben buscar las causas y atacar para derrocarlas. La violencia directa no mata tantas personas como las otras dos (cultural y estructural).

            De este modo, habitualmente, calificamos solo como violento a la violencia directa y la entendemos como única. Al no entender que tan solo es el síntoma visible de la no resolución de los conflictos y violencias invisibles impedimos la resolución pacífica. Sería algo así como si acusáramos a un esclavo que se rebela contra su amo obviando mirar la injusticia que vive o las cadenas que porta.


 

La violencia no visible: la violencia estructural

              La violencia estructural está originada por todo un conjunto de estructuras, tanto físicas como organizativas, que no permiten la satisfacción de necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad). Esta es la peor de las tres violencias (cultural, directa y estructural), porque es el origen de toda violencia, es la que más mata y como es muy complicado distinguirla es difícil luchar contra ella.

           El término violencia estructural supone la existencia de un conflicto entre dos o más grupos sociales (normalmente caracterizados en términos de género, etnia, clase, nacionalidad, edad u otros) en el que el reparto, acceso o posibilidad de uso de los recursos. Este conflicto es resuelto sistemáticamente a favor de alguna de las partes y en perjuicio de las demás, debido a los mecanismos de estratificación social.

         Se consideran casos de violencia estructural aquellos en los que el sistema causa hambre, miseria, enfermedad o incluso muerte, a la población. Son ejemplos los sistemas cuyos estados o países no aportan las necesidades básicas a su población. Está representada por las numerosas situaciones de injusticia que se observan: mientras unos/as comen y beben en abundancia, otros/as revuelven en la basura, no tienen qué comer, piden limosna, etc. Otros ejemplos claros de Violencia Estructural los encontramos en el Apartheid, en el hambre mundial, en el patriarcado, en las dictaduras  o en el sistema económico y jurídico internacional que empobrece continuamente a los países del Sur, en beneficio de los del Norte.

           Supone en definitiva el ejercicio del poder de un grupo sobre otro (sin el consentimiento del sometido) sin la necesidad de la violencia directa ya que, previamente, se ha apoderado de la “normalidad” social mediante la violencia cultural.



La violencia no visible: la violencia cultural

         Esta forma de la violencia hace referencia a aspectos de la cultura que la legitiman a través del arte, la religión, la ciencia, el derecho, etc. Se define como una violencia, simbólica, que “se expresa desde infinidad de medios (simbolismos, religión, ideología, lenguaje, arte, ciencia, leyes, medios de comunicación, educación, etc.), y que cumple la función de legitimar la violencia directa y estructural, así como de inhibir o reprimir la respuesta de quienes la sufren, y ofrece justificaciones para que los seres humanos, a diferencia del resto de especies, se destruyan mutuamente y sean recompensados incluso por hacerlo”. 

          Así, por ejemplo, se puede aceptar la violencia en defensa de la fe o religión (yihadismo), en defensa del orden establecido (represión policial) o en defensa de la idea occidental (guerra contra el islamismo por parte de EE.UU.)

         La violencia cultural se utiliza para lograr la aprobación de posturas fanáticas en lo religioso, en lo económico, en las relaciones de género, en las relaciones con la naturaleza, etc. Se basa en un amplísimo entramado de valores que asumimos continuamente desde pequeños y que luego se refuerzan con las normas legales de la sociedad para inculcarnos una cultura opresiva,  acrítica y delegadora. Nos prepara también para la colaboración pasiva y/o activa con estructuras injustas e insolidarias. 

          Por tanto, es problemático luchar contra este tipo de violencia, puesto que la violencia cultural de nuestra propia sociedad (cultura de la violencia) nos acerca a la idea profunda de la visión negativa de los conflictos, de nuestra visión simple, miedosa e impuesta de la paz, con lo que encontrar alternativas a la manera de vivir y de actuar queda reducido y poco. 

          Como ejemplos de violencia cultural encontramos: el de una religión que justifique la realización de atentados, la legitimidad otorgada al Estado para ejercer la violencia, el machismo, los conceptos que sirven para justificar la violencia, la injusticia y la pobreza que se representa a través de las actitudes de "los ricos" que asumen la situación como normal y continúan haciendo su vida como si nada ocurriera.




          Resumiendo, la violencia cultural es el sustrato donde florece la violencia estructural. La legitima, la contextualiza y le proporciona “la normalidad” para que el ejercicio de la violencia estructural no precise de violencia directa.