lunes, 31 de diciembre de 2012

Hasta nunca 2012



                Adiós 2012. Creo que es la frase que mejor resume estos largos trescientos sesenta y cinco días. Ha sido un año fatal. Si bien siempre he tenido a 2005 como el peor año de mi vida este ha estado cerca y solo la perspectiva del tiempo decidirá cual fue peor de los dos. Horrible en lo personal, pésimo en lo profesional y terrorífico en lo social, podría decir que este año no he sacado nada positivo aunque existen pequeñas vetas de luz en este martirio transicional entre la adolescencia tardía y la madurez adulta.

                El año no empezó bien en el plano laboral. Después de casi tres meses sin empleo y con una no muy buena forma de afrontarlo, terminé trabajando en un bar de copas para enriquecidos y snobs varios. Me costó mucho adaptarme a la clientela y sus tonterías de quien se cree mejor que el resto pero me sirvió para descubrir que la pompa del pseudo lujo no es más que una ilusión barata y sin sentido que solo sirve para alimentar el ego de esa gentuza. Después de eso colaboré con ADICAE, una asociación en defensa de los consumidores, donde aprendí el significado de que en el país de los ciegos el tuerto es el amo o el de que hasta el más tonto hace relojes. Por suerte pronto tuve mi primer trabajo como fisioterapeuta en una asociación de discapacitados intelectuales. Un trabajo excesivamente bien pagado para la precaria atención proporcionada en una asociación donde los egos y la buchaca de la directiva es infinitamente más grande que las enormes ganas de los/as cuidadores/as por hacer más fácil y feliz la vida de estas personas. Así, después de mil y una discusiones con una médico rehabilitadora que seguro me odiaba volví al paro hasta que, hace unos días, me han llamado para trabajar días suelos en ambulancias. A ver que me depara 2013.

                En el plano de la lucha social la cosa tampoco ha ido mejor. Si bien el país se ha ido poco a poco a la mierda sin remedio, no hemos sido capaces de lograr que la gente se uniera para solventar sus problemas. Aun peor, hemos enseñado a la gente a “luchar” a través de bailes chorras, narices de payaso y la nueva palabra fetiche: performance. Se podría decir que al principio de 2012 comenzó una relación amor odio donde el odio paulatinamente e in crescendo ha ido copando terreno a marchas forzadas. No se puede luchar contra nada así. Después de año y medio la formación de la mayoría sigue a niveles paupérrimos y la espontaneidad inicial ha pasado a ser la apatía de una gente que no tiene otros lugares donde ser escuchada. Irremediablemente el huir de las plazas me lanzó en brazos de los autores más clásicos y de grupos más organizados, quizá la única nota positiva del año. Reconozco que en el plano ideológico y político he crecido a pasos agigantados, veremos si puedo aprovechar ese crecimiento personal en algo productivo

                El plano personal sin duda ha sido el peor. Este ha sido el año en el que deje por fin las sombras de mi paso por Finlandia, con todo lo bueno y malo de esa experiencia, fue el año que me emancipé formal, mental y definitivamente de mi familia de una vez por todas, fue el año en el que el camino a seguir solo lo pautaba yo mismo. Sin embargo no estaba preparado para ello. Mis fantasmas estaban ahí persiguiéndome y yo mismo entraba en un bucle de autodestrucción personal y aislamiento que por un lado no entendía y por otro yo mismo me impedía romper. Me costó perder definitivamente a la persona que más quiero en el mundo, esa vez sin remedio. Y todo por esa maldita obsesión de abrazar a la soledad, como si esta consolase, por tratar de permanecer estoico en lugar de reconocer debilidades… por ser imbécil. Hasta tocar fondo. Por primera vez en mi vida sí tenía algo por lo que luchar que de verdad me importaba. Ya no era por lo que se suponía que debía hacer sino, esta vez por quien de verdad amaba. Así que dando tumbos y a hostias, sacando fuerzas de flaqueza empiezo a atisbar algo de luz en el horizonte, quizá demasiado tarde. Por lo menos en este periplo he madurado como no lo había hecho antes. Si en Finlandia maduré en cuanto mi visión social parecía que el Asier interior no terminase de pasar nunca a adulto y se quedase al calor de un infantilismo que no le ayudaba. Es como si el post que nunca llegue a publicar de la crisis de los 25 (ya lo publicaré) fuera una especie de reflejo turbador que no permitiese ver más allá. Al menos es este tránsito a la madurez me encontré a mí mismo, me entendí y pude perdonarme. Pude perdonar a mi alrededor para, por fin, empezar de cero.

                Así con todo, las uvas de esta noche serán unas uvas más de alivio que de felicidad. Después de un año lleno de soledad, vacío y tristeza solo puede venir un 2013 mejor, aunque sea un poco mejor. No creo que llegue a ser feliz pero por lo menos conseguiré ser yo quien marque el ritmo de mis pasos, ahora que no huyo de fantasmas y encaro los problemas como alguien adulto. Lo mío me ha costado. Al menos ahora que ya sé porque destruía todo lo bueno que había a mí alrededor espero ser capaz de tener un poquito de dicha. Encontrar un rinconcito cálido sobre el que apoyarme y, ojalá, alguien a quien llamar hogar.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Aprendiendo una vez mas de Pablo Iglesias

           Es una pasada para alguien como yo, acostumbrado a creer que esta loco porque nadie entiende lo que dice y lo que plantea, darse cuenta que o bien no esta tan loco, o bien hay alguien tan loco como uno mismo. Ni me creo que tan culto como Pablo Iglesias ni tengo tantísimos conocimientos sobre historia y política como él, pero que un profesor de universidad diga punto por punto (él con muchos mas argumentos) lo que llevo diciendo mas de un año y medio es un descanso y una alegria brutal. Desde luego me sumo a la estrategia "La Tuerka", me sumo a ocupar los espacios mediaticos estrategicamente y a construir un discurso desacademizado y desprovisto del polvo rancio de la izquierda dinosauria, por mucha razón que esta tenga.




lunes, 5 de noviembre de 2012

Ecos escandinavos y nacionalismo



En primer plano la bandera de las islas Aaland (donde mas sueco se habla),
en medio la de Finlandia y detras la de Suecia

         Como todos los años, cada 6 de noviembre, se celebra en Finlandia el día de lo sueco. Se conmemora así que ese mismo día del año de 1632 se fundara el imperio sueco. Suecia mantuvo los territorios de Finlandia bajo su dominio 700 años hasta que los perdió en 1808 a favor de Rusia. Debido a esto la influencia de la cultura sueca es muy importante en el país lo que origina que actualmente un 5% de la población hable sueco como idioma materno y sea cooficial en todo el territorio obligando a todo finés a aprender el idioma desde la enseñanza básica. Como es lógico tras la independencia finlandesa de 1917 y la guerra civil, que ganaron “los blancos” (derecha liberal) a los rojos (socialistas pro Rusia), las tensiones políticas (y no tan políticas) entre sueco parlantes y fines parlantes aumentaron notablemente. Sin embargo durante la segunda guerra mundial tanto sueco-parlantes como suecos voluntarios lucharon contra Rusia primero y los Nazis después aliviando por completo las tensiones[1]. Si a esto le sumamos las aportaciones suecas a la reconstrucción de un país devastado por la nefasta gestión liberal tras la guerra y los conflictos armados, hoy podemos entender como el país puede celebrar con normalidad el día de lo sueco.

        Después de más de sesenta años de convivencia parece que a celebración de este año será distinta. Según me cuentan mis amigos finlandeses, en los últimos tiempos, y con el ascenso del partido ultraderechista Verdaderos Finlandeses (Sannfinländarna) los debates sobre la cooficialidad del sueco y la obligatoriedad de su estudio en las escuelas esta algo más que cuestionado. Por lo que parece desde los medios e incluso la YLE (cadena pública) cada vez se producen más discursos que rozan la demagogia en una población de por sí muy nacionalista. No es que debatir sea malo, desde hace años es un debate permanente en sectores de la población y ha sido debatido muchas veces en el parlamento, el problema es que comienza a alterar la normal convivencia entre comunidades que antes de la crisis y el giro político hacia la ultraderecha no se producía. Convivencia entre iguales ya que, sueco parlantes o no, ambas comunidades son netamente finlandesas y su historia y cultura y religión son análogas.

        Esto que está ocurriendo en mi querida Finlandia me recuerda enormemente lo que ocurre hoy en el país. Me parece lógico y normal el justo derecho de autodeterminación de los pueblos y, por encima de todas las cosas, la legitimidad democrática de las resoluciones políticas, sean estas para emanciparse de un país o de cualquier otra índole. El problema que yo veo es que, al igual de lo que ocurre en Finlandia, las estrategias partidistas y los intereses privados se camuflan de conflicto político en un ataque de falsa bandera. No se está poniendo sobre la mesa la conveniencia o no de separarse de un país, se está utilizando como escusa para montar un cortijo con los intereses de una oligarquía de poder.

      La separación de cualquier país supone un cambio fundamental a muchos niveles. No se trata únicamente de un nuevo marco legislativo para cuatro empresas, como pretenden los jefes de Artur Mas, ni tampoco una simple libertad lingüística, como enarbolan algunos ciudadanos. Es un cambio de estructura social, cultural, económica y jurídica. Es en definitiva remodelar las formas organización interna de la hoy comunidad autónoma. Es la posibilidad de construir un país desde cero, algo así como lo que la mayoría de los trabajadores creyeron estar haciendo durante la mal llamada transición y, muy a mi pesar nuestro, la historia tiene pinta de volver a repetirse.

        No basta con preguntar si uno se quiere separar o no de España. Hay que preguntar qué modelo de sociedad se quiere, con que disposiciones económicas, garantías sociales y jurídicas, derechos civiles, posición geopolítica… un solución verdaderamente democrática en definitiva. ¿De qué sirve separarse de un país corrupto donde la democracia brilla por su ausencia y el trabajador soporta las consecuencias de la inconsciencia del capital para construir otro país que funcione igual? ¿Acaso la masa obrera, el ciudadano de a pie no tiene nada que decir sobre su modelo de sociedad? ¿Acaso basta con dar un cheque en blanco al primer iluminado que enarbole la bandera de la independencia con posibilidades de conseguirla? Así solo conseguiremos romper una convivencia, hasta ahora normalizada, para no lograr un verdadero cambio en la vida de quien soporta el país: las manos y mentes de sus trabajadores.

        Aquí en Euskadi la cosa no pinta mejor. Resulta que para la próxima huelga general los sindicatos nacionalistas mayoritarios, ELA y LAB, han decidido no responder a la llamada de todos los sindicatos tanto nacionales como europeos. ¿Qué sentido tiene enfrentar a los trabajadores? Nos estamos encaminando paulatinamente al crispamiento social y el enfrentamiento entre personas que deberían unirse. Le estamos haciendo el juego a las grandes fortunas y resto de oligarquías con nuestras pequeñas guerras internas. Ojalá se terminara la paz social con el objetivo conjunto de cambiar las cosas, ya nos disputaríamos después el modelo de estado. Estamos viendo como poco a poco se destruyen nuestros derechos civiles, seguridad jurídica, condiciones laborales y no nos ponemos de acuerdo para actuar. Preferimos alimentar las pretensiones de un partido político o de un sector económico… no fue así como nuestros tatarabuelos consiguieron el estado del “medioestar”.

         Y sí, tengo el gran defecto de no ser nacionalista, pero respeto profundamente el derecho de identidad y de legítima autodeterminación. Aún así no entiendo como la gente puede estar tan ciega. Existen los nacionalismos de izquierdas, pero son minoritarios (la misma izquierda abertzale ha girado brutalmente hacia la socialdemocracia y el centro izquierda). Recuerdo a quien lea esto que el nacionalismo es un movimiento político que nació durante las revoluciones burguesas, unos burgueses que hoy condicionan nuestras vidas y cercenan el plato de comida del resto. Hoy tanto en Finlandia como en España, partidos y oligarquías intentan por todos los medios dividir a la población alimentando las diferencias entre ellos. Llenan de pienso el cubo de unos y vacían el de otros para que se peleen por paja rancia y seca en lugar de unirse para luchar contra el yugo que los condena. Hoy seguimos viendo diferencias insalvables entre trabajadores pero no queremos ver las diferencias que tenemos con los ricos financieros.  

        Catalanas y catalanes, vascos y vascas, si queréis la independencia perfecto, en vuestro derecho estáis, pero no seáis tan ilusos o ilusas de conformaros con eso. No vendáis vuestro futuro a la oligarquía que pretende operar a su libre antojo configurando un marco legal propicio únicamente a sus intereses. Independizaros si así lo queréis, pero con la única condición de participar activamente en el cambio y diseño del nuevo territorio


[1] No olvidemos que Suecia, pese a mantenerse oficialmente como país neutral, fue un gran colaborador de los nazis. No solo por el apoyo logístico en el control del báltico, sino por el apoyo bajo mano de empresas y bancos a la causa

viernes, 19 de octubre de 2012

Nos han amputado las manos para hacernos la manicura


 
El 19 de octubre de 1997 yo tenía once años. Un día antes, como cada año celebramos el cumpleaños de mi ama (madre en euskera) en casa, concretamente su treinta y siete cumpleaños. No recuerdo exactamente como fue aquel día, pero puedo recordar un sábado cualquiera de aquella época en el humilde y obrero barrio de Astrabudua, a nueve páginas (según el viejo callejero de mi padre, 9 km según Google) de lo que al día siguiente se llamaría museo Guggenheim Bilbao.

Seguramente bajé a la calle por la mañana a comprar el pan y dar una vuelta matinal por el barrio. Pasé por delante de unas campas que hoy no existen y de la pequeña huerta, de un vecino ya muerto, donde hoy se erige una plaza homenaje a un antiguo cura del pueblo que sirve de pretexto para el negocio de garajes del subsuelo. Mi aita (padre en euskera) se tomó el café de costumbre en el bar de unos amigos, hoy ya cerrado, y volvimos a casa para hacer tiempo con el olor de cuajada o arroz con leche que mi ama preparaba con tanto esmero. Esos postres de casa, hechos con más cariño que ingredientes, que te invaden de niño y no te abandonan nunca. Probablemente maté el tiempo jugando con mi hermana o escuchando música de un viejo walkman de mi aita ya que, por aquel entonces, me había liberado de su dictadura de Bonnie M y hacía mis pinitos, grabando en cintas-casetes, música de la radio.

Recuerdo que durante todo ese fin de semana Bilbao estaba tomado por la policía. Desde el balcón de mi casa (cercano al aeropuerto) se oía un ir y venir de helicópteros de la Ertzaintza y los vehículos policiales poblaban los accesos a Bilbao. Había venido un señor al que llamaban rey a inaugurar un museo que cambiaría el devenir de la ciudad. Recuerdo que mi decepción al no ver en la tele a ninguna persona con corona, como en mis cuentos, y al ver una especie de hierro retorcido que llamaban obra de arte. Para mí, un museo era una casa donde había cuadros y esculturas como el museo Bellas Artes, a donde me llevaba mi aita el día de entrada gratuita para ver cuadros que no entendía pero que despertaban mi imaginación. Me pareció también raro ver por la televisión a los señores de corbata paseando entre hierros oxidados más propios de gente con mono y casco que de pulcros aficionados al arte. “El ultimo barco botado en la ría” recuerdo que decían. Por aquella época y con la inocencia a punto de quebrar, mi memoria no me permitía saber que allí donde se erigía ese monstruo al que llaman barco, todos los días miles de hombres y mujeres, familias enteras, fabricaban los navíos que salían para hacerse al mar y pasaban por delante del balcón de mi casa.

Hoy quince años después de aquello, en esta nuestra iÉpoca, con los iPhone, los iPods y los iTunes paseo por delante del famoso museo con un sencillo mp3 como banda sonora. Ya no es aquel viejo trasto que me hacia ensoñar con parajes extraordinarios al ritmo de Hevia o que grababa en mi mente las letras de Marea. Hoy un pequeño artilugio contiene muchísimas más canciones de las que mi mente de 26 años puede recordar. Ya no lo utilizo para despejar mi mente sino que, las más de las veces, me permiten aislarme del barullo snob y soez de la gente en el metro. A mi lado, con una perenne lluvia tan nuestra, un par de hombres de mediana edad pasean sin mirarse mucho ni hablar demasiado. Sus zapatos lentamente chapotean en los charcos que aquí y allá decoran el paseo despreocupados del paraguas que les aíslan del entorno. La mirada perdida, las orejas gachas, hacia el suelo, las manos en los bolsillos de unos desgastados vaqueros out esta temporada incitan a pensar que tampoco tienen en que ocupar la mañana. Me recuerdan a los protagonistas de los “Lunes al sol” solo que deberíamos llamarlo “Astelehenero euripean”


             Foto antigua de Bilbao. Al fondo a campa de los ingleses donde hoy se sitúa el Guggenheim, delante del puente el astillero de euskalduna donde esta hoy el palacio de congresos y el museo marítimo de Bilbao

 Sigo andando con la mirada puesta en el siguiente edificio fruto del enorme cambio de Bilbao, el palacio Euskalduna. Qué gran contradicción que se llame así. Euskalduna era el nombre de uno de los astilleros más grandes de la ciudad. Daba trabajo a un montón de familias. Hoy el palacio da trabajo al personal de recepción y limpieza y sirve para que el resto de la ciudad, la que pueda pagar la entrada, se entretenga. No es que me moleste el llamado progreso, es que creo que a la hora de progresar existen múltiples direcciones y no sé si se tomó la mejor. Bordeando el Hotel Meliá, hoy prácticamente desocupado salvo esporádicas convenciones, encamino el metro pensando en las fotos del antes y después del efecto Guggenheim. 

Han sido 15 años de cambio y embellecimiento de la ciudad. De recuperación de la ría y del cese de emisión de contaminantes que estas fabricas producían. De “poner a Bilbao en el mapa”. Ya no es ese Bilbao gris de gentes duras y nobles que en las minas o los astilleros se encallaban las manos con sus herramientas. Ya no existe el Bilbao de la canción de la sardinera que recorría la ría desde Santurce a la capital. Pocas manos se curten hoy en la mar y el pescado, años a, viene desde puertos más lejanos que el de Santurce en camiones. Dicen que el aire está más limpio, pero cuando me bajo del metro, camino a casa de mis padres, veo que el número de coches en éste, mi barrio obrero, se ha quintuplicado para una misma población. Aquí no hubo burbuja inmobiliaria, rezan algunos, pero no hay más que pasear por entre las calles que me vieron crecer. Casas y mas casas donde antes se cultivaban tomates, Audis, BMWs, inmobiliarias ahora cerradas, peluquerías de esas que no sabes si cortan el pelo o dan cubatas… quizá hubo menos burbuja inmobiliaria pero aquí también nos emborrachamos de crédito.

     Museo Guggenheim y palacio Euskalduna desde una perspectiva contaria a la anterior foto
 
Al llegar a casa no me sorprende el olor de ningún postre. Mi madre, al igual que la ciudad, ya no hace las cuajadas ni el arroz con leche, lo compra ya hecho. Tampoco ahora celebraremos el cumpleaños siguiendo recetas que con esmero y paciencia mi madre, y ahora también yo, elaboramos para la familia. Ya no lo celebraremos con comida de casa, comeremos fuera, en alguno de esos restaurantes que han crecido como champiñones tras las lluvias. No hace falta reservar, siempre hay alguna mesa libre. En cierta forma el efecto Guggenheim es una metáfora de lo que nos ha pasado a toda la sociedad. Nos hemos dejado cortar las manos para después hacernos la manicura, se nos ha olvidado trabajar con las manos, producir, enriquecer la sociedad. Ahora laboramos muchas más horas, en peluquerías, como camareros, como conductores de metro, haciendo camas en los hoteles… industria del turismo lo llaman. 

Hoy 19 de octubre de 2012 y con las consignas electorales tronando por las calles los editoriales de los periódicos se vanaglorian del acierto del museo. Pocos hablan de la perdida de producción y riqueza real. Pocos mientan la escasa o nula inversión en industrias propias, en I+D+I, en que el parque tecnológico de Zamudio es una islita en mitad de un océano donde los beneficios siempre huyen de la gente para ir a manos privadas. “Somos una ciudad de servicios” parece ser la consigna de una ciudad y un pueblo donde otrora la roca, el metal y el mar se fundían como mágicamente plasmó Chillida en El peine del Viento allá por Donosti. Somos una ciudad que hoy vende al mundo un arte que ni siquiera nosotros producimos. Lejos queda Ibarrola y su fantástico bosque de Dima, Oteiza con su enigmático y creativo vacio o la melancólica pintura de Arteta. Preferimos hierros que no producen, retorcidos y oxidados con los que sacarnos fotos. Garabatos extraños que no comprendemos, que no podemos llevarnos a la boca. Trozos de cosas olvidadas tiradas por el suelo en forma de arte que no aligeran la cola del paro. 

Hoy los periódicos se felicitan de todo ello y avisan que el futuro pasa por Urdaibai. El Guggeheim se queda pequeño y harán una “ampliación discontinua”. Se ve que no basta con tener una joya natural gratuita y propiedad de todos, tenemos que hacerla arte. Amputemos su virgen belleza para maquillarla después.

Publicado en el diario EsHora

martes, 28 de agosto de 2012

Dando Asco


               
 
                Supongo que todas las personas tienen momentos que desearían olvidar. Situaciones en las cuales te arrepientes de lo hecho, de lo dicho o simplemente de lo pensado. Hay veces que uno mismo se pone en evidencia aunque todas sus razones y argumentos sean válidos, hace unos dias que me ha ocurrido a mí, y no estoy nada orgulloso.

               Eran fiestas de Bilbao y yo, harto de la apoplejía estática que caracteriza a mi mundo, decidí quedar con gente algo más acorde con mis ideas y pensamientos. Con gente a la que hacía demasiado tiempo que no dejaba participar en mis ideaciones y esparcimientos. En ello estaba, y con demasiado alcohol en sangre deambulaba, cuando de pronto cual aparición me tope con la persona a la que más he escuchado en los últimos tiempos: Pablo Hasel. Hasel es un rapero y poeta comunista muy comprometido con la sociedad en la que vive. Un autentico inspirador y maestro en muchas índoles. Alguien que ha producido en mí, a través de sus letras, un sentimiento de cercanía y comprensión inigualable. No solo por el hecho de que diga en sus canciones lo que creo, sino que por la proximidad en la edad y lo que se plantean en sus temas siento como propias cuestiones que a él le suponen cuanto menos rebelión e ira.

                Sin embargo al toparme con él no supe reaccionar. ¿Qué decirle en minutos a alguien con quien desearías conversar horas? ¿Cómo no parecer un groopie cuando en realidad deseas una dialéctica política en la que pretendes aprender más que proponer? Tan solo supe decir que me encantaban sus letras, que se quedaba corto en sus críticas (sin especificar el porqué) y que ha sido una fuente de inspiración. Apenas supe cambiar respecto a un fan de Lady Gaga o de Justin Bieber. De verdad me sentí la persona más tonta y esnob del mundo.

                Podría haberle dicho que sus poemas sirven de bálsamo intelectual en una sociedad que con su bajísimo perfil político e ideológico produce arcadas a más de uno, entre ellos a mí. Que a mis mal llevados veintiséis años añoro alguna figura que tomar como referente, que la soledad ideológica se invade cada vez más y que si no lleva a ser por el descanso mental que supone sus temas ya habría empezado a desvariar. Pablo, sé que no lees mi blog pero al menos me quedo mucho más tranquilo lanzándote un sincero agradecimiento por lo que haces para algunos como yo que, quizá por insensatez juvenil, no descansaremos hasta hacer de esta mierda de sociedad un lugar más justo para todos. Muchas gracias de corazón y mis más sinceros deseos de que continúes así, algunos te necesitamos.