Es una pasada para alguien como yo, acostumbrado a creer que esta loco
porque nadie entiende lo que dice y lo que plantea, darse cuenta que o
bien no esta tan loco, o bien hay alguien tan loco como uno mismo. Ni me
creo que tan culto como Pablo Iglesias ni tengo tantísimos
conocimientos sobre historia y política como él, pero que un profesor de
universidad diga punto por punto (él con muchos mas argumentos) lo que
llevo diciendo mas de un año y medio es un descanso y una alegria
brutal. Desde luego me sumo a la estrategia "La Tuerka", me sumo a ocupar
los espacios mediaticos estrategicamente y a construir un discurso
desacademizado y desprovisto del polvo rancio de la izquierda
dinosauria, por mucha razón que esta tenga.
A veces no es que sea dificil despertar de un largo sueño, es que evadirse de la realidad es algo necesario para poder construirla de nuevo y que, de ese modo, merezca mucho mas la pena el placer de construir un mundo mejor para todos
jueves, 8 de noviembre de 2012
lunes, 5 de noviembre de 2012
Ecos escandinavos y nacionalismo
En primer plano la bandera de las islas Aaland (donde mas sueco se habla), en medio la de Finlandia y detras la de Suecia |
Como todos los años, cada 6 de noviembre,
se celebra en Finlandia el día de lo sueco. Se conmemora así que ese mismo día
del año de 1632 se fundara el imperio sueco. Suecia mantuvo los territorios de
Finlandia bajo su dominio 700 años hasta que los perdió en 1808 a favor de
Rusia. Debido a esto la influencia de la cultura sueca es muy importante en el
país lo que origina que actualmente un 5% de la población hable sueco como
idioma materno y sea cooficial en todo el territorio obligando a todo finés a
aprender el idioma desde la enseñanza básica. Como es lógico tras la
independencia finlandesa de 1917 y la guerra civil, que ganaron “los blancos”
(derecha liberal) a los rojos (socialistas pro Rusia), las tensiones políticas (y
no tan políticas) entre sueco parlantes y fines parlantes aumentaron
notablemente. Sin embargo durante la segunda guerra mundial tanto sueco-parlantes
como suecos voluntarios lucharon contra Rusia primero y los Nazis después
aliviando por completo las tensiones[1].
Si a esto le sumamos las aportaciones suecas a la reconstrucción de un país devastado
por la nefasta gestión liberal tras la guerra y los conflictos armados, hoy podemos
entender como el país puede celebrar con normalidad el día de lo sueco.
Después
de más de sesenta años de convivencia parece que a celebración de este año será
distinta. Según me cuentan mis amigos finlandeses, en los últimos tiempos, y
con el ascenso del partido ultraderechista Verdaderos Finlandeses (Sannfinländarna)
los debates sobre la cooficialidad
del sueco y la obligatoriedad de su estudio en las escuelas esta algo más que
cuestionado. Por lo que parece desde los medios e incluso la YLE (cadena pública)
cada vez se producen más discursos que rozan la demagogia en una población de
por sí muy nacionalista. No es que debatir sea malo, desde hace años es un
debate permanente en sectores de la población y ha sido debatido muchas veces
en el parlamento, el problema es que comienza a alterar la normal convivencia
entre comunidades que antes de la crisis y el giro político hacia la ultraderecha
no se producía. Convivencia entre iguales ya que, sueco parlantes o no, ambas
comunidades son netamente finlandesas y su historia y cultura y religión son análogas.
Esto que está
ocurriendo en mi querida Finlandia me recuerda enormemente lo que ocurre hoy en
el país. Me parece lógico y normal el justo derecho de autodeterminación de los
pueblos y, por encima de todas las cosas, la legitimidad democrática de las
resoluciones políticas, sean estas para emanciparse de un país o de cualquier
otra índole. El problema que yo veo es que, al igual de lo que ocurre en Finlandia,
las estrategias partidistas y los intereses privados se camuflan de conflicto político
en un ataque de falsa bandera. No se está poniendo sobre la mesa la conveniencia
o no de separarse de un país, se está utilizando como escusa para montar un
cortijo con los intereses de una oligarquía de poder.
La separación de
cualquier país supone un cambio fundamental a muchos niveles. No se trata únicamente
de un nuevo marco legislativo para cuatro empresas, como pretenden los jefes de
Artur Mas, ni tampoco una simple libertad lingüística, como enarbolan algunos
ciudadanos. Es un cambio de estructura social, cultural, económica y jurídica.
Es en definitiva remodelar las formas organización interna de la hoy comunidad
autónoma. Es la posibilidad de construir un país desde cero, algo así como lo
que la mayoría de los trabajadores creyeron estar haciendo durante la mal
llamada transición y, muy a mi pesar nuestro, la historia tiene pinta de volver
a repetirse.
No basta con
preguntar si uno se quiere separar o no de España. Hay que preguntar qué modelo
de sociedad se quiere, con que disposiciones económicas, garantías sociales y jurídicas,
derechos civiles, posición geopolítica… un solución verdaderamente democrática
en definitiva. ¿De qué sirve separarse de un país corrupto donde la democracia
brilla por su ausencia y el trabajador soporta las consecuencias de la
inconsciencia del capital para construir otro país que funcione igual? ¿Acaso
la masa obrera, el ciudadano de a pie no tiene nada que decir sobre su modelo
de sociedad? ¿Acaso basta con dar un cheque en blanco al primer iluminado que
enarbole la bandera de la independencia con posibilidades de conseguirla? Así solo
conseguiremos romper una convivencia, hasta ahora normalizada, para no lograr
un verdadero cambio en la vida de quien soporta el país: las manos y mentes de
sus trabajadores.
Aquí en Euskadi la
cosa no pinta mejor. Resulta que para la próxima huelga general los sindicatos nacionalistas
mayoritarios, ELA y LAB, han decidido no responder a la llamada de todos los
sindicatos tanto nacionales como europeos. ¿Qué sentido tiene enfrentar a los
trabajadores? Nos estamos encaminando paulatinamente al crispamiento social y
el enfrentamiento entre personas que deberían unirse. Le estamos haciendo el
juego a las grandes fortunas y resto de oligarquías con nuestras pequeñas
guerras internas. Ojalá se terminara la paz social con el objetivo conjunto de
cambiar las cosas, ya nos disputaríamos después el modelo de estado. Estamos
viendo como poco a poco se destruyen nuestros derechos civiles, seguridad jurídica,
condiciones laborales y no nos ponemos de acuerdo para actuar. Preferimos
alimentar las pretensiones de un partido político o de un sector económico… no
fue así como nuestros tatarabuelos consiguieron el estado del “medioestar”.
Y sí, tengo el
gran defecto de no ser nacionalista, pero respeto profundamente el derecho de
identidad y de legítima autodeterminación. Aún así no entiendo como la gente
puede estar tan ciega. Existen los nacionalismos de izquierdas, pero son
minoritarios (la misma izquierda abertzale ha girado brutalmente hacia la
socialdemocracia y el centro izquierda). Recuerdo a quien lea esto que el
nacionalismo es un movimiento político que nació durante las revoluciones burguesas,
unos burgueses que hoy condicionan nuestras vidas y cercenan el plato de comida
del resto. Hoy tanto en Finlandia como en España, partidos y oligarquías intentan
por todos los medios dividir a la población alimentando las diferencias entre
ellos. Llenan de pienso el cubo de unos y vacían el de otros para que se peleen
por paja rancia y seca en lugar de unirse para luchar contra el yugo que los
condena. Hoy seguimos viendo diferencias insalvables entre trabajadores pero no
queremos ver las diferencias que tenemos con los ricos financieros.
Catalanas y catalanes,
vascos y vascas, si queréis la independencia perfecto, en vuestro derecho estáis,
pero no seáis tan ilusos o ilusas de conformaros con eso. No vendáis vuestro
futuro a la oligarquía que pretende operar a su libre antojo configurando un
marco legal propicio únicamente a sus intereses. Independizaros si así lo queréis,
pero con la única condición de participar activamente en el cambio y diseño del
nuevo territorio
[1]
No olvidemos que Suecia, pese a mantenerse oficialmente como país neutral, fue
un gran colaborador de los nazis. No solo por el apoyo logístico en el control
del báltico, sino por el apoyo bajo mano de empresas y bancos a la causa
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