miércoles, 8 de agosto de 2012

A veces me odio

           A veces me odio, en sociedad, por no poder camuflarme. Por no ser feliz cuando toca y alegrarme de lo que no procede. Por mi incapacidad a las alegrías múltiples y multiplicadas, sin razón de ser o con injustificadas razones. Por no poder abastecerme de pienso mental para borregos sin alma, y no adorar cual dios a injustificados y adulados impostores. Porque en el fondo me gustaría apagar mi mente por un momento y disfrutar del instante, la orgía de emociones, el despertar de sentires, el me da igual absolutamente todo. No puedo, soy incapaz, mi genética me lo impide. 

           Me hierve la sangre solo de verlo, siervos, esclavos, azotados personajes que ríen y gozan mientras el látigo, camuflado de rosas, salpica espaldas y rostros de sangre por doquier. No me sirven los festejos, las chanzas, los momentos de evasión ni las gestas deportivas que no son propias, sino privadas, maquilladas de comunes. No puedo ocultar mi rostro enjuto, serio, desproporcionadamente triste ante anuncios de vítores del vulgo a quien se le subyuga de soslayo. ¿Porque este sufrir? ¿Porque sentirse loco siendo el mas cuerdo? ¿Porque ser el único que siente las cadenas en sus muñecas cuando las mías son las menos pesadas del grupo? ¿Por que nadie despierta? ¿Por que todos sonríen callados, sin alma, sin futuro?

            Me duele odiarme a veces cuando no puedo mimetizarme en sociedad. Porque es duro decirle a un supuesto amigo "me niegas el pan con tu pensamiento" "no discriminas al negro sino a mi pues yo soy tan persona como él" "no puedes gobernar mi hambre de futuro con tus falsos dioses vestidos de mercado y democracia" A veces preferiría no creer, no saber, no pensar, no ser. Es duro ver, difícil, angosto, terrible. Es duro sincerarse ante un conocido de toda la vida y decirle que desearías que él y los suyos acabasen pagando con su vida las miles de vidas a las que condenan con sus goces, risas y festejos. Es áspero nadar contra una corriente que no solo te ha visto crecer sino que, en realidad, a albergado tu crecimiento y pensamiento y emancipar. 

          Por todo esto hoy, mas que nunca, en fiestas de mi barrio no puedo ser feliz en sociedad. Me convenzo de que lucho con ellos, pero en realidad guillotinaría a demasiados, dormidos, incapaces, siervos, acostumbrados... satisfechos. No puedo esbozar siquiera un gesto amable cuando escucho en el pregón que la calle será nuestra, que la fiesta nos espera. Yo espero una orgía de razón, de ética, de compromiso, de lucha. No quiero mojigatas infelices que se contenten con alcohol en vaso de tubo y música vacía y pegadiza. Tampoco prepotentes de carteras llenas de deudas, pesares y pobrezas. 

              Soy el que grita con el estómago aún lleno, pues mi hambre no es la causa de mi rabia. Soy el que escupe a la razón de la sinrazón. Quien clama aunque nadie escuche y quien conspira aunque sea en solitario. No me conformo con menos que acabar con esta sinrazón, con esta barbarie desmedida. Sin embargo, por ser incapaz de no ser lo contrario, de apurar mis días con un intelecto mermado y azotado, por vivir despreocupado con una moral de esclavo desmedida... a veces me odio y otras, las más de la veces, me odio por pensarlo.

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