martes, 6 de agosto de 2013

Yo lo que quiero es "vivir bien"






                Todos hemos escuchado esta frase más de una vez. Más bien todos la hemos escuchado millones de veces a lo largo de nuestra vida, y casi siempre con ese énfasis intencionado sobre locución “vivir bien”. ¿De verdad ese “vivir bien” supone una buena vida?


                Supongo que como a la mayoría de quienes vivimos en este país (se el pequeño o el grande), se me infiltran en las conversaciones habituales con mis allegados la política. Antes o después los temas se entrelazan o se entrecruzan con las diferentes formas de ver o entender la vida de cada uno. Si de por sí en Euskadi lo normal es hablar de política abiertamente, desde el inicio de la crisis esto es algo inevitable. 

                Es inevitable sobre todo porque, quienes hastiados ya nos hemos rebelado contra la propaganda neoliberal, nos cuesta mucho entender a gente de nuestra misma clase social defender el sistema mejor que el propio Emilio Botín. Sin reservas, los planes de pensiones son lógicos, las privatizaciones necesarias, el mercado un mantra incuestionable y quien no puede pagarse “los servicios” básicos es por derrochador-vividor y sobre todo se lo merece.

                Al fin y al cabo, antes de todos estos años de lavado mental el eJpañolito de derechas medio  pensaba que vivir bien era tener un trabajo fijo, una casa, un chochete en casa (y otro en el puti los domingos), un coche y dinero suficiente para tomarse unas cañas después del trabajo y viajar al pueblo (si vive en la costa) o la playa en verano (si vive en el interior). Hoy lo que cree es que necesita el último modelo de todos los aparatos electrónicos del mercado, unas vacaciones en un rincón perdido en el mundo (pero masificado de turistas), un plan de pensiones, dinero para invertir, crédito para pagar un coche que le haga parecer de la clase social más alta, una casa de mala calidad pero en primera línea de playa y alguna mas para invertir y la tarjeta Visa Ryannair. 



                Así con todo hoy, gente menor de treinta años, quienes no han conocido la economía fordista y por tanto han tragado neoliberalismo made in Hollywood-Disney (entre otros) te argumentan que “vivir bien” supone hacer dinero. No hablan de tener tiempo para disfrutar de los beneficios del gasto del dinero (viajes, comida, despreocupaciones…), lo importante es tener buenas sumas en las cuentas corrientes e invertir para sacar más dinero de su propio dinero. 

                Por supuesto, no se puede obviar lo importante que es para ellos que te valoren en el trabajo. Bueno, mejor dicho, que ellos merecen ser recompensados porque su trabajo es “mejor” “más importante” o “precisa más preparación”. Es decir, que si te quedas a trabajar muchas horas después de tu jornada laboral, has dedicado más tiempo a pasar exámenes, o le has lamido más profundamente el ojete a tu jefe,  te darán una palmadita en la espalda con algunos billetes extra. Y, claro está, si le haces ganar a la empresa ingentes dividendos que te regalen alguna acción de la compañía con la que pagar una tele mas grande, un coche más potente o una casa con mas cuartos de baño. ¿Eso es vivir bien?


 
                Me cuesta creerlo. Sobre todo para una persona como yo a la que dedicar ocho horas de mi día al trabajo me parecen demasiadas. A la que le escandaliza que no se computen como jornada laboral el tiempo que tardo en desplazarme hasta el lugar de trabajo, o que mi retribución mensual esté a años luz de mi producción como obrero. Para mi vivir bien significa tener tiempo para vivir. Tiempo para follar a veces y hacer el amor el resto. Tiempo para estar con mi familia y amigos o para disfrutar de una cena agradable llena de enriquecedoras conversaciones. Tiempo para leer, para reír, para disfrutar o para soñar. Tiempo para descansar y para pensar. Esto no significa que no me guste trabajar. Lo que no me gusta es ser esclavo. ¿Por qué vender mi vida a una empresa? 

                Todos necesitamos del trabajo de todos, no para que unos sean más que otros sino para procurarnos comida, ropa, seguridad y bienestar… el resto no cuesta dinero. Lógicamente que para procurarnos todo eso hay que trabajar y esforzarse pero ¿merece la pena esclavizarse para tener un coche “mejor” que el vecino? ¿Merece la pena condenar a la miseria al vecino para cagar cada día de la semana en una váter diferente de tu casa?

La esperanza alemana

 

 

                Al parecer para toda esta gente la esperanza a esa vida soñada se encuentra en Alemania. No en países socialdemócratas como los escandinavos o con mayor índices redistribuidores (en proporción de PIB) como algunos de latinoamerica. NO. En Alemania. Si antes para triunfar había que viajar a Manhattan y “no dejar escapar las oportunidades” en el nuevo “European dream” Berlín, Stuttgart y Múnich parecen ser los destinos más adecuados.

                Lo que se les olvida a estos deslumbrados por el brillo del billete de quinientos, es que lo que les espera es el país que inventó los minijobs. Que detrás de las ofertas para ingenieros, se camufla un drama de fácil explicación pero que no quieren ver: La emigración desde el Mediterráneo y Europa del este hacia Centroeuropa de profesionales cualificados supondrá una sobredemanda de empleo en los escalafones más altos de la producción.

                Esto significa dos cosas: Por un lado los salarios disminuirán sobremanera (ya que el empresario no necesita competir por personal) y gran parte de “sobrecualificados” se emplearán en trabajos menores y minijobs. No tendría por qué ocurrir, pero a esto le suele acompañar un descenso del salario progresivo hacia abajo. Es decir, si los empleados de las cúspides (que no participan directamente del capital empresarial) se empobrecen, los trabajadores de base se empobrecerán más aún.

                Y es que, aunque muchos no lo quieran ver, el capitalismo es así y el neoliberalismo es la esencia más pura y renovada de este sistema. No hace falta hacer todas estas cábalas para decir algo tan fundamental como que tener ideología neoliberal siendo de la clase trabajadora es un contra sentido, pero a veces viene bien cuando pretenden vendernos que vivir bien es acaparar empleo y bienes materiales en lugar de compartir el empleo y poseer únicamente aquello necesario para vivir dignamente.

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