La irrupción
de PODEMOS en la escena política no puede ser menos que una alegría para todos
los que nos posicionamos (o eso creemos) en el espectro ideológico de la
izquierda. Sin embargo, es necesario ser tan críticos con todas estas
alternativas a las ya existentes como las organizaciones clásicas en la
izquierda. Si se aspira (o eso se dice cada vez que se tiene ocasión) a crear
un frente de izquierda o, mejor aún, un frente de masas capaz de ejercer un
proceso transformador, necesitamos analizar con detalle las capacidades,
intenciones y fuerza de las organizaciones así como su posible convivencia en
un proceso político.
El terreno sobre el que pisamos: tenemos la hegemonía perdida.
La
Tuerka ha sido de los pocos grupos que han sabido contraponerse de manera
eficaz a este problema, sin embargo, es poco más que una gota dentro de un
inmenso mar. Por mucho que en los bares escuchemos gente que pone en duda lo
que hasta hace poco era incuestionable, seguimos enjaulados en un marco de
pensamiento capitalista-emprendedor-neoliberal. Marco, del que será muy difícil
desprendernos para hacer una candidatura electoral y mucho menos de la noche a
la mañana.
Sin
una pedagogía política eficaz todos sabemos que la gente (nosotros incluidos)
acabaremos besando nuestras propias cadenas. ¿Puede un partido sin bases
potentes realizar esta pedagogía? Difícilmente. Su única estrategia viable es
moderar su discurso o, al menos, hacerlo asumible con el pensamiento hegemónico
medio para, una vez con masa, virar progresivamente a la izquierda. ¿Puede un
partido con bases potentes realizar esta
pedagogía sin usar los canales adecuados a su tiempo? Difícilmente. Su única
estrategia viable es adaptarse al contexto.
Bajo
esta premisa tenemos que las izquierdas nacionalistas combinan muy bien
pedagogía y bases (han sido muchos años de trabajo) pero les falta el punch
transnacional necesario para que su política pueda transformar su realidad.
Tenemos a IU con unas bases fuertes pero que aún no han sido capaces
vehiculizar su discurso con eficacia (aunque la aparición de Alberto Garzón y
la pujanza de los cuadros más juveniles son una esperanza). Tenemos a Equo y
los decrecentistas que ni tiene militancia capaz (en número), ni tiene
capacidad de llevar su discurso a la gente más allá de las universidades y
ciertas organizaciones ecologistas e intelectuales. Por último, tenemos a
PODEMOS que tiene la mejor disposición para hacer llegar su discurso pero le
falta músculo militante, bases al fin y al cabo, para que esa pedagogía se
lleve a la práctica y, por lo que parece, son conscientes.
Las experiencias vividas
El 15M nos
debe servir de lección para muchas cosas. Lejos de las experiencias políticas
de cada uno, creo que es importante darnos cuenta de lo allí vivido está más
cerca de la tan mencionada “realpolitik” de lo que nos cuentan quienes se
suelen sentar a dar charlas en las asociaciones y movimientos.
Allí vimos lo
difícil que es apelar a “la masa por la masa” para organizar una acción
política pero, por el contrario, lo fácil que es atraer masa bajo determinantes
ganadores de bajo perfil. “No nos representan” “Esto no es democracia” “Abajo
el régimen” “Fin del bipartidismo PPSOE” fueron lemas atrevidos, ilusionantes y
capaces de movilizar masas ingentes de personas durante 2011 pero no fueron
capaces de articular nada por su bajo perfil pero, sobre todo, porque no tenía
bases conformadas: era un encuentro ente gente inquieta. La diferencia entre un
bar grande lleno de gente indignada y un centro político (aunque haya cervezas)
son la unidad de respuestas a esos determinantes. Cómo se responde a “qué nos
representa” “qué es democracia” “qué hacemos una vez caiga el régimen” o “qué
hacer tras el bipartidismo” es lo que articula un partido. Por eso las ideologías
diversas tienen tantos problemas de convivencia.
Durante
aquellos meses todos deseábamos un cambio pero anticapitalistas y capitalistas
no conseguían ponerse de acuerdo. Socialdemócratas y anarquistas se
escandalizaban entre sí con discursos de realidad y aquello acabo diluyéndose.
La única forma de “convivir” era enrasando a la baja, es decir, reproducir
discursos muy similares a los que nos habían llevado al desastre pero algunos
párrafos agresivos. Aprendimos entonces lo que querían decir las palabras de
Henry Ford, inventor del automóvil y la cadena de producción estandarizada (sé
lo provocador del ejemplo) “Si le hubiera preguntado a mis vecinos que
necesitaban me habrían dicho que un caballo más veloz”
La difícil convivencia
Una
de las cosas que aprendí yo de mi experiencia en el 15M es que la revolución
necesita direccionalidad o se autofagocita. En palabras de Trosky: “la
revolución de los hambrientos termina en la panadería de la esquina”. Hace
falta liderazgos amplios que dirijan, que enseñen, que instruyan en la
direccionalidad. Esto no es igual a imponer el pensamiento. Es sencillamente
que se puede considerar la opinión de cualquiera pero desde un marco ideológico
definido.
Es
cierto que PODEMOS tiene definido una serie de líneas rojas, pero en mi opinión
la afluencia de “recién llegados” (bienvenidos todos por supuesto) hará difícil
la convivencia de izquierdas. ¿Cómo se tomará un ex votante del PSOE,
convencido de las bondades de la socialdemocracia “a lo Europa en los 70” de la
autogestión productiva o del desmantelamiento de la inversión privada
capital-productiva? ¿Qué dirá del decrecimiento o de la prohibición de acaparar
trabajos? ¿Qué dirá del derecho de autodeterminación de los pueblos? ¿Entenderá
la necesaria retribución del trabajo reproductivo o de la eliminación de las
consideraciones de género? ¿Tomará como propias las propuestas queer o de lo
contrario se sentirá más cómodo con el falso feminismo de estado a lo Fernández
de la Vega? ¿Cuántos socialdemócratas se unirán por cada queer? ¿Qué solución
es más plausible que lo queer y el decrecentista se modere o que el
socialdemócrata se radicalice?
Nos
guste o no, para que una persona que ha asumido el capitalismo como una vía y
la socialdemocracia como alternativa más cercana a la izquierda la se
“radicalice” o, al menos entienda como viable el anticapitalismo, hace falta
tiempo. ¿Será suficiente tiempo de aquí a las elecciones europeas? No lo creo.
El miedo a la diversidad
De manera machacona y permanente se habla de
la unidad como condición necesaria e indispensable para la izquierda. Yo no
estoy de acuerdo. Creo que es importante que entendamos que, mientras unos
partidos trabajan con el centro ideológico (para “hacerlo” izquierda tibia)
otros trabajan con la izquierda tibia (para hacerla moderada) y los de
izquierda moderada trabajan con los suyos (para hacerlos izquierda radical).
¿Es posible la unidad a distintos ritmos? No lo creo.
Creo
que lo único plausible es la unidad direccional o, dicho de otro modo, la
colaboración activa. Para las elecciones europeas, donde es importante dar un
buen mordisco electoral y testar fuerzas, todas estas izquierdas deben
colaborar, pero no para las municipales ni generales. Para los comicios
estatales la colaboración se debe plasmar en el congreso con pactos útiles pero
no durante la campaña electoral.
Durante
la campaña electoral debemos ser capaces de ampliar la representatividad de la
izquierda. Que quienes tengan una visión muy altersistema y quienes aun se
posicionen en la izquierda mas tibia estén representados. Que ambos nichos
electorales puedan confluir en una manifestación y autocontagiarse sin
decepciones por ser demasiado tibios o demasiado radicales. Olvidarnos de ser
un pesado elefante para tratar de ser un banco de pequeños peces que deciden
aletear hacia un mismo camino, cada uno a su ritmo, con sus diferencias, pero
con la visión puesta en la convergencia. Un
frente de masas funcional que no estructural.
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