jueves, 9 de mayo de 2013

Hika Thoreau





                Hika nació a los 26 años y algunos meses de edad, se miró al espejo con los ojos llenos de legañas, barba de desaliñada de demasiados días, peinado aún por determinar y olor corporal de vertedero. Se miró con aire lastimero y sin pensarlo demasiado se puso nombre Hika Thoreau ->  /ika  Ɵuró/ -> [Ika Zuró]. Así, sin sentido alguno, ni argumento necesario inició su vida y, para ello, el primer paso era matar al viejo Asier que le servía de soporte óseo pero sobretodo graso. Así podría definirse un poco como de pronto, tras defecar ampliamente sobre el recuerdo del año 2012, y sin razón aparente decidí que era el momento de renacer cual ave Fénix. No lo voy a negar, desde entonces hasta ahora he dicho demasiadas veces eso de “este va a ser el primer día del resto de mi vida” sin embargo ahora, todo esto tiene más sentido que nunca.

                Y es que los nombres son importantes, nos definen o nos enmarcan en el entorno, delimitándonos y describiéndonos al mismo tiempo. También, en cierta forma, nos limitan. Esto no quiere decir que yo deje de ser Asier, ni que reniegue del mote “Txusti”, es simplemente que yo no elegí esos nombres sino que me fueron impuestos. Remarcan unas cualidades intrínsecas de mi desarrollo pero también configuran unas limitaciones que ya no quiero tener. Y no, no tengo doble personalidad ni tengo la intención de que por la calle la gente empiece a llamarme Hika, simplemente quiero desencorsetarme de quién soy y quien la gente espera que sea para, por primera vez en mi vida, ser quien quiero ser. Porque hoy más que nunca lo necesito.


                No lo negaré, estoy jodido. El último año y medio ha sido muy duro y las contradicciones que he arrastrado durante el han llegado a su clímax con mi última cagada sobrenatural. Para empezar ha sido un año de luchar contra todos mis fantasmas a la vez. Esos fantasmas que me persiguen desde que tengo memoria pero que en mayor o menor medida mantenía a raya y que, cuando no podía mantenerlos a raya, mis conductas compulsivas apaciguaban. Hacía finales de 2011 esta especie de equilibrio quebró, lo que me llevó a una espiral autodestructiva que arrastró mi relación de pareja, mi familia y casi mi carrera académico profesional. He vivido un impase espectacular en mi vida, he superado cosas que creía imposibles y me demostrado ser capaz, a nivel emocional, de cosas implanteables antes. Eso sí, he perdido muchísimas cosas.

                En este año y medio he descuidado hasta el extremo mi área profesional. Para empezar me he olvidado de ser fisioterapeuta. Soy fisio, sí, pero no me mantengo lo actualizado que debería. Me especialicé en el campo respiratorio pero es innegable que sin práctica clínica es como no hacer nada. He renunciado a tratar pacientes a nivel local (amigos, familia, conocidos) por miedo al fracaso y por el camino he perdido todo lo que gané en la carrera. En el plano enfermero necesito una actualización urgente en la atención pre-hospitalaria (que es la que hoy me medio-da de comer) y empiezo a cansarme de que nunca me llamen para un servicio que no sea hospitalización (urgencias, reanimación, UCI, neonatal… etc.). Por lo que a nivel técnico tengo alguna que otra carencia.  

                En el campo académico he hecho algo más pero reconozco que me he esforzado más bien poco. Si bien me saque un postgrado y especialidad en fisioterapia respiratoria, no profundicé tanto como debía. Realice una tesina muy currada e interesante que nunca he adaptado para publicarla (tiene huevos). Y aun tengo pendiente el terreno de los idiomas. Empezar con euskera, presentarme y aprobar el Advance en ingles como mínimo. Además teniendo en cuenta como están yendo las cosas aprender algo básico de francés o finlandés no sería una mala opción.



                Y todo esto es culpa mía. Vale ya de echar balones fuera o escudarme en mis putos traumas. Basta ya de victimismos y depresiones. De estar todo el día encerrado en casa revolcándome en mi propia mierda, perdiendo en internet las horas o recordando un amor que no volverá. Tengo que recuperar ese Asier emprendedor y activo que apostaba fuerte y casi siempre ganaba. Eso sí, esta vez sin los lastres que tenía. Con lo bueno de Hika, con la empatía, el sosiego, la no rabia, la compasión y comprensibilidad aprendida este tiempo. Nada de pisar a los demás ni que todo lo que no sea yo me importe una mierda. Al final, después de todo, tenía razón mi ex cuando decía que le daba la vuelta  a las cosas y que exigía en exceso.

                Hoy por tanto, después de saber que he jodido mis perspectivas laborales en los próximos dos años, de ver difícil una emigración tras años sin desenvolverme en otro idioma ni en campos profesionales alternativos o exigentes, de una inestabilidad emociono-sentimental y de una inercia estática asfixiante solo toca soltar lastres, extender las velas y agarrar fuerte el timo. Eso o morir, no hay más. Para ello hoy me rajado la cara para poder despegar la careta que portaba y que, de tantos años puesta, ya formaba parte de mi. Me ha costado arrancármela por mis propios grilletes que ya decoran el suelo hechos pedazos. Estoy hasta los cojones de esta mierda y no voy a seguir quieto, esperando y maldiciendo mi vida. Ya basta.

                Te preguntarás, si lees esto, porque coño te cuento mi vida. Yo tampoco lo tengo claro. Este blog ha sido un instrumento muy potente para mí. No sé quien lo lee y, sinceramente, tampoco me importa. Lo que si tengo claro es que tras demasiados años siendo alguien que no soy y soltando mi mierda en puñaladas de papel ocultas me ha dado por airearlo a los cuatro vientos, digitales, pero públicos al fin y al cabo. No me hace mejor, ni gano nada, pero para mí es todo un logro concederme ser débil, tener sentimientos o reconocer que he conducido mi psique al borde del abismo abiertamente. Supongo que mostrar el pasajero oscuro en público no te hace más fuerte, pero ayuda. Así que tú, que no sé quién eres pero que tampoco me importa, deberías hacer lo mismo o algo parecido. Las corazas, los ocultamientos y las súper-intimidades solo conducen a que las cosas huelan a carcoma y dejen de ser útiles. Puede que creas que para hacer eso hay que ser valiente pero no es necesario. Si yo lo fuera lo contaría en lugar de escribirlo aquí. Solo deja que la gente entre en ti, vea todo lo malo y deja que sea su juicio el que te absuelva o te condene, te sorprenderás.

                A mi me ha costado aceptarme, pero ya sé quién soy. Hoy los juicios no me importan porque los sótanos de mi vida huelen a ventilados y, sinceramente, empiezan a gustarme también mis debilidades. Hoy es el primer día del resto de mi vida, como tantos otros, pero el primero de Hika Thoreau.


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